sábado, 21 de enero de 2012

Hasta siempre, Lety. Descansa en paz, nena.

Conocí a Lety el año pasado, cuando nuestras hijas viajaron a Canadá.

Las horas en el aereopuerto nos volvieron muégano, porque en el maremágnum de niños, "misses", documentación e información, nos apoyamos la una a la otra.

Tratar a Lety era muy fácil. Los seres humanos como ella son sencillos, sin falsas poses ni presunciones, dedicados a una sola cosa: su familia. Este tipo de personas son muy especiales y debo decir que no abundan.

Por lo mismo, nuestro tema de conversación favorito fueron nuestros respectivos hijos. Ella estaba orgullosísima de los tres. "debo regresar al aeropuerto, porque mi niña la mayor se va a Nueva York" y yo le comenté "Lety ¿y no es pesado para tí andar de un lado para otro?" y contestó mi pregunta con otra muy sabia: "¿tú no lo harías por tus niñas?"...Eso y más, claro que sí.

Estuvimos al pendiente de nuestras niñas mientras disfrutaban su verano en Brock, Canadá. Cuando regresaron, estábamos tan ansiosas por volver a verlas, que a mí se me salieron las lágrimas..."¿las extrañas mucho, verdad?, yo también a mi chiquita" me dijo.

Y esperando que el avión aterrizara, me confió algunas cosas que nos hizo aún más cercanas y propició que encontrara en Lety un espejo. Ella me entendía, yo la comprendía, podía confiar en su discreción y ella en la mía. Si eso no es amistad, no sé qué pueda serlo.

Si de algo me arrepiento, es de no haber sido lo suficientemente perseverante para fomentar un trato más cercano entre nuestras familias, pero en el cielo ella sabe que la rutina diaria, el corre-corre de todos los días, envuelto en las responsabilidades que los hijos representan, a veces no hace tan sencillo que esto pase.

Ambas madres trabajadoras cuya vida gira alrededor de los hijos, que son nuestro orgullo, nuestra vida, nuestra pasión.

Ella en Tomatlán y yo en Fortín. No era fácil, aunque Lety traía todos los días a Marilú, su chiquita a un colegio de Córdoba desde allá. En ese inter, sucedió la tragedia.
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Ayer, como todos los días, fui por mis hijas al colegio y en el camino de regreso a casa, mi Romy me bombardeó con preguntas acerca de Lety y Marilú, algunas de ellas muy personales. "¿Por qué quieres saber, Romy?" y ella me dijo: "Es que Tábatha se puso a llorar porque su amiga de nombre Marilú tuvo un accidente en carretera. Iba con su mamá y ella se murió". Sin más detalles, yo sabía que se trataba de Lety.

Evidentemente, fue un shock para todas nosotras. Vi muy mal a mis niñas. Torpemente, pensé que las distraería llevándolas al cine. Craso error. No podíamos dejar de pensar en Marilú y en Lety. No esperamos que terminara la película para ir al hospital y nos dijeron que la chiquita de mi amiga tiene ambas piernas fracturadas y posiblemente la operarían por la noche.

Romina lloraba incontrolable. Marth, más seria, sólo permitía que unas pocas lágrimas asomaran sus ojos. Yo me sentía en una película de terror. "No puede ser" me repetía una y otra vez.
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En la nota periodística, se atribuye el accidente a las condiciones del camino. En cualquier caso, nada devolverá la vida a una madre devota y amorosa que dejó en la orfandad a tres hermosos hijos. Y en un país donde la impunidad es la norma y no la excepción, la justicia en este caso, como en tantos miles, puede esperar.

Mientras tanto, Lety deja un hermoso recuerdo en aquellos que tuvimos la suerte de conocer el hermoso ser humano que fue. Descansa en Dios, nena. Oramos por tí y siempre te recordaremos.