jueves, 29 de diciembre de 2011

Artículo 24 constitucional ¿Contrarreforma religiosa?

Artículo publicado en SDP Noticias


El artículo 24 constitucional, establece:

“Todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y para practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no constituyan un delito o falta penados por la ley. El congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohíban religión alguna. Los actos religiosos de culto público se celebrarán ordinariamente en los templos. Los que extraordinariamente se celebren fuera de éstos se sujetarán a la ley reglamentaria”

La reforma al artículo es la siguiente:

“Todo individuo tiene derecho a la libertad de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de tener o adoptar, o no tener ni adoptar, la religión o las creencias de su elección, así como la libertad para manifestar su religión o creencias, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, mediante el culto, la celebración de ritos, las prácticas, la difusión y la enseñanza; siempre que no constituyan un delito o una falta sancionada por la ley. El congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohíban religión alguna. Sin contravenir lo prescrito en el artículo 3° de esta constitución, el Estado respetará la libertad de los padres y, en su caso, de los tutores legales, para garantizar que los hijos reciban la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”

¿Qué es lo que verdaderamente está en juego? ¿Es el Estado Laico? No ¿Es la libertad religiosa? Tampoco. Se trata de legalizar lo que ya existe

-       Las escuelas con formación religiosa, en las cuales se han educado generaciones de niños, desde el Jardín de Niños hasta la Universidad
-       La difusión de actos de culto religioso a través de los medios masivos de comunicación. Si usted tiene programación de Cable en su televisión, entonces puede sintonizar canales como “María Visión”, “EWTN” y demás
-       Las misas al aire libre no son nuevas y se han dado en el contexto de las visitas del Santo Padre o de cualquier otro ministro de algún culto religioso.

Es común, sin embargo, confundir el término Estado Laico con intolerancia religiosa. El primero, está obligado a garantizar la libertad de culto y a vigilar que ninguna decisión política sea influenciada por creencia o religión alguna.

Sin embargo en estos tiempos, se exige que los aspirantes a puestos públicos sean “ateos” y eso es tan poco laico como exigir que el pretenso sea evangelista, católico, masón o científico y se pasa por alto que lo anterior no tiene importancia si no influye en la forma en que el sujeto legisla, gobierna o administra justicia.

La iglesia responde con el anatema y el Estado con reformas a la crisis y complejidad que signan nuestro mundo. No es fortuito que el sujeto incompleto de la posmodernidad reclame libertad para profesar la religión que más le agrade, pero también para el hecho de que no le simpatice ninguna y poder ejercer la libertad (y objeción) de conciencia según su propia interpretación del mundo enmarcado en la ética posmoderna.

¿Cuál es la mejor religión? Preguntó Leonardo Bof al Dalai Lama, esperando secretamente que éste respondiera “la mía”. El iluminado dijo: “La que te haga mejor persona, mejor ser humano. Esa es la mejor religión”.

Cierto es que la religión transformada en ideología política, pierde su valor y se convierte en una rara mezcla de falso pudor, fariseísmo y mojigatería. Lo sabe el pueblo Chileno, a través del gobierno de Pinochet, también la España de Franco donde los jerarcas religiosos cometieron actos reprobables, es por ello que la consideración de que Javier Sicilia al respecto es ad hoc al tema en cuestión:

Lo que la iglesia no puede traicionar es el amor al hombre, y ese amor es  incompatible con cualquier cargo político. Su fuerza está ahí. Ese amor por el hombre es un límite a todo proceso totalizador y una búsqueda, a toda costa, de extender la dignidad humana a todos” (PROCESO, “Curas políticos” 25-08-1997)

Y es que Sicilia sabe que la iglesia en el poder, desde Constantino, ha sido una desgracia y los partidos políticos confesionales, una plaga en la historia del mundo.

Si el problema de fondo es el adiestramiento, adoctrinamiento o franca manipulación que al amparo de la reforma al artículo 24 constitucional, la Iglesia pueda ejercer sobre los ciudadanos, entonces la solución es más educación y menos legislación en los términos en que se oferta en nuestro país, donde cualquier iniciativa es susceptible de ser politizada al punto de que los particulares intereses de los partidos políticos son penosamente exhibidos en aras de sacar raja política del asunto.

¿Usted qué opina, estimado lector?

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