¿Qué es la
corrupción? El concepto, de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española
(RAE) se utiliza para nombrar al vicio o abuso en un escrito o en las cosas materiales.
No iba este a ser
el tema de mi artículo el día de hoy, pero de repente llega la realidad a
impactarnos con su cruel brutalidad y entonces la palabra “corrupción” deja de ser
un concepto abstracto para convertirse en sinónimo de muerte, dolor e
indignación.
Hace un par de
días, una amiga querida dejó a tres hermosos hijos en la orfandad. Mientras
manejaba una ruta conocida de camino a la escuela de una de sus niñas, el auto
derrapó debido a la gran cantidad de gravilla suelta que dejó la constructora
encargada de resellar ese tramo, de tal forma que su vehículo terminó
impactándose de frente contra otra camioneta que circulaba en el carril
contrario. Ella perdió la vida instantáneamente, mientras que la más pequeña de
sus hijas estaba en condición grave, aunque ayer ya había sido operada de ambas
piernas y había reconocido a algunas personas.
¿Y qué tiene esto
que ver con la corrupción? Todo, estimado lector.
En el tramo
carretero donde ocurrió el accidente, desde el mes de diciembre a la fecha, por
lo menos 12 vehículos padecieron algún tipo de percance debido a las
condiciones en que la compañía constructora dejó este lugar.
Evidentemente,
estamos hablando de que alguien no hizo su trabajo: el supervisor de la obra,
el perito de tránsito que no reportó anteriormente las condiciones del lugar,
los ciudadanos que viajaban constantemente por allí. Por la razón que sea. Eso
es corrupción.
Justo es decir,
que en esa cadena de eventos, los ciudadanos que se han atrevido a denunciar,
han sido ignorados, en el mejor de los casos y vilipendiados, amenazados y
hasta asesinados en el peor escenario. Como alguien sabiamente dice: “Mientras
les di de comer, fui un santo, cuando pregunté por qué tenían hambre, me
gritaron ´comunista´”, de tal forma que denunciar se ha vuelto en estos
tiempos, para el ciudadano de a pie, una cuestión de vida o muerte, sin duda.
La perversa espiral de corrupción
La parte más
siniestra de este fenómeno, es que pareciera que no tiene mayores
consecuencias, que no pasa nada, que a nadie se hace daño y en todo caso,
existe la aberrante percepción de que se termina por ayudar al objeto
corruptor. Nada más falso.
En 2008, el
periodista Jacobo Zabludovsky escribió un artículo al respecto y comentaba:
“(…) Transparencia
Internacional dio a conocer un estudio titulado “Índice de fuentes de soborno”, después de examinar la práctica de
pagar sobornos en 22 países exportadores. Bélgica y Canadá son los países con
compañías menos propensas a sobornar gobiernos o funcionarios, mientras que
México, China, India y Rusia tienen las empresas más dadas a esa afición. Obsérvese que el estudio se hizo sobre los
que pagan por pecar y no los que pecan por la paga (perdón, sor Juana) pero
se entiende que no hay sobornadores sin sobornados porque you need two to tango. De modo que en México tenemos ambos y en eso
sólo nos ganan tres países, pero aunque lo importante no es ganar sino
competir, esforzándonos pronto los dejaremos atrás”[i]
En todo caso, el Presidente Felipe Calderón, contestó lo anterior
declarando:
“hasta aquí
del gobierno y la sociedad contra la corrupción, el influyentismo y el
compadrazgo”. Exhortó a sus compatriotas a denunciar mordidas, extorsiones y
arbitrariedades de servidores públicos, “comisiones” por asignación de
servicios o de obras públicas de manera ilegal. Nadie puede estar en contra de
tal exhorto o fingir demencia.[ii]
Y es que en el discurso la vida funciona, en la práctica no
siempre.
Hay algo particularmente podrido en las políticas gubernamentales
que persiguen al “crimen organizado”, mientras Humberto Moreira, Elba Esther
Gordillo, Romero Deschamps, Fidel Herrera y Arturo Montiel no solamente no son
llevados ante la ley, sino que circulan impunemente al amparo de quienes
teniendo la forma de hacerlos pagar, prefieren “negociar”, “concertar” e
“intercambiar” posiciones de poder en aras de legitimidad, margen político para
operar y conservación del statu quo.
Por
todo ello, “corrupción” entonces es callar, es ser cómplice de aquello
que se deja de señalar porque afecta los intereses del partido, de la
institución, del gobierno, o de la misma familia.
Corrupción
implica, para los creyentes, el peor de los pecados: el de omisión. El hecho de
saber que algo está mal y aún así formar parte de ello por acción o
indiferencia, es aberrante ante los ojos de aquel que todo lo ve.
En el fenómeno de la corrupción, como en todas las áreas de la
vida, o se es parte de la solución o del problema. No hay medias tintas.
¿Usted qué opina, estimado lector?
No hay comentarios:
Publicar un comentario