jueves, 23 de febrero de 2012

Corrupción, ilegalidad y muerte



¿Qué es la corrupción? El concepto, de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española (RAE) se utiliza para nombrar al vicio o abuso en un escrito o en las cosas materiales.

No iba este a ser el tema de mi artículo el día de hoy, pero de repente llega la realidad a impactarnos con su cruel brutalidad y entonces la palabra “corrupción” deja de ser un concepto abstracto para convertirse en sinónimo de muerte, dolor e indignación.

Hace un par de días, una amiga querida dejó a tres hermosos hijos en la orfandad. Mientras manejaba una ruta conocida de camino a la escuela de una de sus niñas, el auto derrapó debido a la gran cantidad de gravilla suelta que dejó la constructora encargada de resellar ese tramo, de tal forma que su vehículo terminó impactándose de frente contra otra camioneta que circulaba en el carril contrario. Ella perdió la vida instantáneamente, mientras que la más pequeña de sus hijas estaba en condición grave, aunque ayer ya había sido operada de ambas piernas y había reconocido a algunas personas.

¿Y qué tiene esto que ver con la corrupción? Todo, estimado lector.

En el tramo carretero donde ocurrió el accidente, desde el mes de diciembre a la fecha, por lo menos 12 vehículos padecieron algún tipo de percance debido a las condiciones en que la compañía constructora dejó este lugar.

Evidentemente, estamos hablando de que alguien no hizo su trabajo: el supervisor de la obra, el perito de tránsito que no reportó anteriormente las condiciones del lugar, los ciudadanos que viajaban constantemente por allí. Por la razón que sea. Eso es corrupción.

Justo es decir, que en esa cadena de eventos, los ciudadanos que se han atrevido a denunciar, han sido ignorados, en el mejor de los casos y vilipendiados, amenazados y hasta asesinados en el peor escenario. Como alguien sabiamente dice: “Mientras les di de comer, fui un santo, cuando pregunté por qué tenían hambre, me gritaron ´comunista´”, de tal forma que denunciar se ha vuelto en estos tiempos, para el ciudadano de a pie, una cuestión de vida o muerte, sin duda.

La perversa espiral de corrupción

La parte más siniestra de este fenómeno, es que pareciera que no tiene mayores consecuencias, que no pasa nada, que a nadie se hace daño y en todo caso, existe la aberrante percepción de que se termina por ayudar al objeto corruptor. Nada más falso.

En 2008, el periodista Jacobo Zabludovsky escribió un artículo al respecto y comentaba:

“(…) Transparencia Internacional dio a conocer un estudio titulado “Índice de fuentes de soborno”, después de examinar la práctica de pagar sobornos en 22 países exportadores. Bélgica y Canadá son los países con compañías menos propensas a sobornar gobiernos o funcionarios, mientras que México, China, India y Rusia tienen las empresas más dadas a esa afición. Obsérvese que el estudio se hizo sobre los que pagan por pecar y no los que pecan por la paga (perdón, sor Juana) pero se entiende que no hay sobornadores sin sobornados porque you need two to tango. De modo que en México tenemos ambos y en eso sólo nos ganan tres países, pero aunque lo importante no es ganar sino competir, esforzándonos pronto los dejaremos atrás[i]

En todo caso, el Presidente Felipe Calderón, contestó lo anterior declarando:

“hasta aquí del gobierno y la sociedad contra la corrupción, el influyentismo y el compadrazgo”. Exhortó a sus compatriotas a denunciar mordidas, extorsiones y arbitrariedades de servidores públicos, “comisiones” por asignación de servicios o de obras públicas de manera ilegal. Nadie puede estar en contra de tal exhorto o fingir demencia.[ii]

Y es que en el discurso la vida funciona, en la práctica no siempre.

Hay algo particularmente podrido en las políticas gubernamentales que persiguen al “crimen organizado”, mientras Humberto Moreira, Elba Esther Gordillo, Romero Deschamps, Fidel Herrera y Arturo Montiel no solamente no son llevados ante la ley, sino que circulan impunemente al amparo de quienes teniendo la forma de hacerlos pagar, prefieren “negociar”, “concertar” e “intercambiar” posiciones de poder en aras de legitimidad, margen político para operar y conservación del statu quo.

Por todo ello, “corrupción” entonces es callar, es ser cómplice de aquello que se deja de señalar porque afecta los intereses del partido, de la institución, del gobierno, o de la misma familia.

Corrupción implica, para los creyentes, el peor de los pecados: el de omisión. El hecho de saber que algo está mal y aún así formar parte de ello por acción o indiferencia, es aberrante ante los ojos de aquel que todo lo ve.

En el fenómeno de la corrupción, como en todas las áreas de la vida, o se es parte de la solución o del problema. No hay medias tintas.

¿Usted qué opina, estimado lector?





[ii] http://www.coatzadigital.net/2008/12/prospectiva-polticatelegrama-urgente.html

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