No entiendo qué
valor tienen las encuestas, si tirios y troyanos las descalifican y al final
son sólo parte de una simulación mediática que legitima un antidemocrático
“dedazo” de alguien que detrás del escenario dirige los hilos y entresijos de
los personajes que aparecen a cuadro.
Por otro lado,
¿qué se pretende demostrar en una encuesta? ¿la popularidad de un candidato?
¿el carisma? ¿la identificación mediática que el público tiene de éste? Y si
esto es así ¿qué tiene esto que ver con la capacidad del interfecto para
gobernar, establecer acuerdos, detonar inversiones, solucionar problemas?
Con el ex
presidente Fox quedó demostrado que el candidato más carismático, no siempre es
el mejor gobernante. Sin embargo, se dio cuenta del poder mediático de las
encuestas y vivió pendiente de ellas hasta el último día. De hecho, algunos
analistas dicen que “gobernó” en base a ellas. No tomó decisión alguna que
rasguñara la “popularidad” que evidenciaban estos instrumentos de medición de
fama mediática.
Como siempre
sucede, fue el mismo “carisma” del ex presidente (grosero, barbaján,
voluntarioso, pendenciero, pagado de sí mismo) la lápida que sepultó su
sexenio. “La pareja presidencial” y “el desafuero” son dos temas que seguramente
las encuestas revelaron al atractivísimo político, que ser y parecer son dos
cosas totalmente distintas.
He seguido con
atención la selección del candidato de las izquierdas para gobernar el DF y,
con todo respeto, debo decir que parece más un circo mediático que una
plataforma seria donde los pretensos den a conocer verdaderamente sus
plataformas de gobierno y de hecho, el mismo modus operandi relativiza lo
anterior en aras de medir la “popularidad” de los aspirantes.
¿Las izquierdas?
El tema del
candidato de izquierda para dirigir los destinos de la ciudad de México, no es
menor, tomando en cuenta lo que esta ciudad representa en el contexto de las
próximas elecciones presidenciales.
Sin embargo, el
término “izquierda” es un significante vacío que de tanto que pretende abarcar,
termina por no significar nada y en ese sentido, la posición de los aspirantes
no queda del todo clara. Mire usted.
Por ejemplo ¿Es
factible, en ese sentido, comparar a Mancera con Martí? El primero dijo que era
de izquierda porque usaba el transporte público y fue a una escuela pública, mientras
que el segundo fue despedido de su puesto por haber criticado al Jefe de
Gobierno en el contexto de un acuerdo suscrito entre los partidarios del señor
AMLO para cerrar filas en contra de lo que denominaron “el gobierno ilegítimo
del espurio Felipe Calderón”. ¿A quién se puede considerar entonces “de
izquierda”, estimado lector?
Cierto es que las
encuestas y el posicionamiento político no necesariamente evidencian un
aspirante competente para determinado puesto político, pero estamos hablando y
lo reitero, del candidato de las izquierdas ¿o no?
En ese orden de
ideas, ¿Se puede medir el nivel de popularidad real que existe entre Barrales y
Mancera? Y si la respuesta es afirmativa ¿Es posible diferenciar la capacidad
de gobernar la ciudad de México por la exposición mediática de los aspirantes
al puesto de las izquierdas para ocupar el puesto de jefe de gobierno?
La inevitable ruptura
La sabiduría
popular, tiene un dicho: “la soga siempre se rompe por lo más delgado”.
Ya se veía venir
la ruptura de entre los aspirantes de izquierda a la jefatura del DF y ayer se
dio a conocer la noticia de que el equipo político de Barrales,
encabezado por el diputado local Fernando Cuéllar, se retiraba de la mesa del
Frente Diálogo por la Reconstrucción Nacional.[i]
Esto
debido a una declaración hecha en España por Alejandro Rojas, en su calidad de
Secretario de Turismo de la Ciudad, en la que daba como triunfador de la
encuesta a Miguel Ángel Mancera
Por
todo lo anterior, ¿Qué se espera de la izquierda de este país? Congruencia.
Si
van a elegir al candidato que representa su postura ideológica, lo que sea que
eso signifique, por lo menos que no insulten la inteligencia de quienes señalan
que ya hubo acuerdos para la selección del mismo, al más puro estilo caciquil,
ese que ellos tanto han denunciado.
¿Usted
qué opina, estimado lector?
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