Una de las partes
más reveladoras de la biografía que Walter Isaacson escribió de Steve Jobs, corresponde al
apartado acerca de su infancia y la educación que recibió de parte de Paul y
Clara Jobs y de “una de los santos de su vida”, mejor conocida como Miss Teddy.
Mire usted.
El apoyo familiar
Dijo Jobs a
Isaacson: “Mis padres me entendían.
Sintieron una gran responsabilidad cuando advirtieron que yo era especial.
Encontraron la forma de seguir alimentándome y de llevarme a colegios mejores. Estaban dispuestos a adaptarse a mis
necesidades”.
Así pues, Steve
no sólo creció con la sensación de haber sido abandonado en el pasado, sino
también con la idea de que era especial. Para él, aquello fue lo más importante
en la formación de su personalidad.
Antes incluso de
empezar la primaria, su madre le había enseñado a leer. Aquello, sin embargo,
le trajo algunos problemas “me aburría
bastante durante los primeros años de colegio, así que me entretenía metiéndome
en líos”, comentó.
Y así fue. Su
creatividad, evidentemente, necesitaba una vía de escape, sin embargo, a pesar
de los continuos reportes de la escuela, en su casa jamás fue retado por ello.
Al contrario, Paul Jobs había comenzado a tratarlo como un chico especial y con
su estilo tranquilo pero firme dejó en claro que esperaba que en el colegio
hicieran lo mismo:
“Verán, no es culpa suya (le defendió Paul Jobs ante los profesores, según relató
su hijo). Si no pueden mantener su interés, es culpa de ustedes”
Surge aquí en la
mente del lector las inevitables preguntas ¿qué pasaría si todos los
etiquetados como “niños problema” tuvieran esta clase de apoyo en casa? ¿por
qué los padres no confían más en el potencial de los niños que son descritos y
etiquetados como “problemáticos” según los estándares del colegio y de la
sociedad?
No es un asunto
menor el hecho de que Jobs no fuera capaz de recordar que sus padres lo
castigaran nunca por las transgresiones cometidas en el Colegio. Y por si fuera
poco, le dijo a Isaacson:
“El padre de mi padre era un alcohólico que lo golpeaba con un cinturón,
pero yo ni siquiera estoy seguro de que me dieran un azote alguna vez” Y añadió
que sus padres “sabían que la culpa era del colegio por tratar de hacerme memorizar
datos estúpidos en lugar de estimularme”
Miss Teddy
La profesora de
la clase más avanzada era una mujer muy resuelta llamada Imogene Hill, conocida
como Teddy, y se convirtió, en palabras de Jobs, en “uno de los santos de mi vida”
Tras observarlo
durante un par de semanas, Miss Teddy decidió que la mejor manera de tratar con
él, era sobornarlo.
“un día después de la clase me entregó un cuaderno con problemas de
matemáticas y me dijo que quería que me lo llevara a casa y lo resolviera. Yo
pensé “¿estás loca?”, y entonces ella sacó una de esas piruletas gigantescas
que parecían ocupar un planeta entero. Me dijo que cuando hubiera acabado, si
tenía bien casi todas las respuestas, me daría aquella piruleta y cinco dólares. Y yo le devolví el cuaderno a los dos
días”.
Tras unos meses,
ya no necesitaba sobornos. “sólo quería aprender y agradarle”,
dijo Jobs.
Miss Teddy le
correspondía con el material necesario para pasatiempos tales como pulir una
lente y fabricar una cámara de fotos.
“Aprendí de ella más que de ningún otro profesor, y si no hubiera sido por esa mujer, estoy seguro de que habría acabado en
prisión”
Aquello volvió a
reforzar en él la idea de que era especial. “En
clase, yo era el único del que se preocupaba. Ella vio algo en mí”
La inteligencia
no era lo único que la profesora había advertido. Años más tarde, le gustaba
mostrar con orgullo una foto de aquella clase el “Día de Hawai”. Jobs se había presentado sin la camisa hawaiana que
habían propuesto, pero en la foto sale en primera fila, en el centro, con una
puesta. Había utilizado toda su labia para convencer a otro chico de que se la
dejara.
Hacia el final
del cuarto curso, la señora Hill hizo que sometieran a Jobs a algunas pruebas “obtuve una puntuación de alumno de segundo
de secundaria”, recordaba. Ahora que había quedado claro, no sólo para él y
sus padres sino también para sus profesores que era especial, la escuela
planteó la increíble propuesta de que le permitieran saltarse dos cursos y
pasarlo directamente del final del cuarto curso al comienzo del décimo y aunque
sus padres eligieron otra opción, Jobs , la escuela y sus padres ahora sabían
su potencial académico y esto se debía a una profesora que se había tomado el
tiempo de observarlo y prestarle el interés que necesitaba para sobresalir
también bajo los estándares del colegio.
TDAH
Algunas de las
características que Jobs mostró antes de conocer a Miss Teddy, harían posible
hoy día considerar que probablemente padeciera el comúnmente diagnosticado “Trastorno
de Déficit de Atención con Hiperactividad”
Las enfermedades
mentales sirven para describir al “diferente”, al que no se ajusta a la
normalidad que dicta la sociedad. ¿Cuántos luchadores sociales han sido
señalados por sus enemigos como “mentalmente inestables”? De esta forma la
medicina se convierte en un arma efectiva en manos de “profesionales”
inescrupulosos y de todo aquel que ligera e irresponsablemente etiquete a otro
ser humano con tal o cual enfermedad mental.
Eso incluye a los
maestros.
En el caso de los
niños, esto constituye una verdadera tragedia ¿cuántos genios permanecen
dormidos con el Ritalin recetado a los infantes “para que estén quietos y
pongan atención”?
El miserable negocio de la salud humana
El asunto de las
nuevas enfermedades y el negocio que subyace en ellas, es más delicado de lo
que usted y yo podamos suponer, estimado lector. Mire usted.
Jörg Blech,
redactor de Der Spiegel, denuncia este miserable negocio con la salud humana en
su más que interesante “los inventores de enfermedades”,
donde pasa revista a las dolencias de moda ( y de dudosa existencia) como la
fobia social, una supuesta forma patológica de timidez, que le
permitió a Roche poner en circulación su antidepresivo Aurorix.
De igual forma,
dice Blech, que se ha inventado el denominado “Síndrome de Sissí”,
una extraña depresión que se manifiesta en personas activas (¿?), que se dio a
conocer en 1998 y de la que sólo en Alemania existen hoy tres millones de
personas en tratamiento.
O, como en el
caso que nos ocupa y en el que seguramente hoy en día encajaría Steve Jobs: “El
Trastorno por déficit de atención con hiperactividad”, para el cual
Novartis tenía una pastilla: Ritalin, lista para el mercado desde 2002. Lo peor
del caso, estimado lector, es que con ella se trata hoy a más de cinco millones
de niños estadounidenses.
Una de las
últimas enfermedades “descubiertas” es “el síndrome posvacacional,”
una presunta depresión que afecta a las personas cuando terminan su período de
vacaciones y se enfrentan con la vuelta al trabajo. Para solucionarlo de
inmediato, lo mejor, según los estándares actuales, es comprar la pastilla
adecuada.
Qué suerte que no
existía el TDAH en la época de Jobs. ¿Cuántos Jobs están ahora latentes bajo los
medicamentos que se recetan tan ligeramente a niños que no se adaptan a los
parámetros académicos, dogmáticos y homogeneizantes hoy en día? “Si
el niño no encaja en la escuela, el problema es el niño” parece ser la
consigna . Más allá de apreciar y valorar cómo Miss Teddy resolvió “el problema
de Jobs” al observarlo primero y diseñar estrategias después para encauzar al
genio según los parámetros académicos del momento, lo que esta historia
demuestra es que siempre hay un camino alterno a la etiqueta fácil y
conveniente que dictamina que el problema es el alumno y a la medicación que
seguramente acompaña todo el proceso de “normalización” y “estandarización” del
niño.
Para pensar, sin
duda.
¿Y usted qué
opina, estimado lector?
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