lunes, 20 de febrero de 2012

Isabel y el canto de las sirenas


Admiración, empatía y respeto son algunas de las emociones que despierta la lucha que representa la señora Isabel Miranda de Wallace, por lo que no es ni siquiera materia de análisis en este artículo, la valentía y fortaleza que ha demostrado esta mujer en el contexto de una desgracia que a todas las familias mexicanas interpela: la muerte de un hijo a manos de criminales sin escrúpulos.

Nadie puede dudar que la señora Wallace es una luchadora social, sin embargo es esa misma condición la que establece su statu quo frente a una sociedad que considera que el poder político en México es justamente parte de la estructura que los activistas ciudadanos denuncian y combaten.

En la mente del ciudadano común, ser un luchador social y a la vez un militante partidista, es una contradicción que, independientemente de la suspicacia que provoca, desacredita lo que de legítimo pudieran tener los reclamos que provienen desde esa lucha emprendida por quien reclama un país a la altura de las expectativas de sus ciudadanos.

En estos momentos, la señora Isabel Miranda de Wallace es la candidata oficial por el Partido Acción Nacional para contender por la Jefatura del Gobierno del Distrito Federal[i] y este hecho despierta más preguntas que respuestas en un contexto político de frente a las elecciones presidenciales y la falta de cuadros de militantes competitivos en los partidos políticos en México.

-       ¿Es condición sine qua non, militar en un partido político y pertenecer a la estructura que antes se denunciaba para propiciar los cambios que el país requiere en materia de justicia, equidad y seguridad, entre otros?

-       Históricamente ¿a quién se ha demostrado que favorecen las políticas públicas que provienen de las iniciativas de los políticos de este país, a la ciudadanía o a sus propios intereses?

La candidatura de la señora Wallace tiene muchas lecturas. Tantas, como analistas escriben hoy día. Para quien esto escribe, significa que una activista social se dejó llevar por el canto de las sirenas y de paso, extravió el camino y perdió la credibilidad y la autoridad moral que su lucha le brindó al formar ahora parte de aquello que antes denunciaba precisamente por su incompetencia y complicidad ante las estructuras del crimen organizado.

Ella misma afirmaba[ii]:

“Yo no creo en la política en México. No creo que a través del sistema político que hay en nuestro país se puedan solucionar los problemas en materia de seguridad porque desafortunadamente el sistema no te lo permite. Por supuesto que hay gente muy valiosa, pero su trabajo se ve opacado por la corrupción de las instituciones”

Y respecto a militar en diferentes partidos políticos, sostuvo:

“Me vinieron a buscar y me quisieron lavar el cerebro de que los políticos reconocían que no podían con su trabajo, que necesitaban un candidato ciudadano para quitar del poder a esos dinosaurios. Yo les dije: ‘qué ganas de desprestigiarme, ¿yo qué les he hecho? Soy una persona con una buena reputación ¿por qué me quieren llevar a la política?´”[iii]

Miranda y Sicilia. Dos visiones del Leviatán

Javier Sicilia también ha sido objeto de atención de los políticos, sin embargo, la lucha del poeta no está en la lógica electoral, ni persigue poder alguno emanado de la supuesta representación del pueblo que detentan los partidos políticos en nuestro país[iv].

A través de “El Leviatán”, Hobbes presenta una visión del Estado bastante pesimista, El monstruo, dice Javier Sicilia, debe ser acotado, limitado, supervisado, en contraposición, la señora Miranda ha pugnado por otorgar al Leviatán facultades para intervenir en ámbitos privados del ciudadano en aras de justificar y legitimar  la lucha contra el crimen organizado.

No pueden ser más diferentes las visiones que del Estado sostienen estos dos activistas sociales.

Los partidos políticos

Mientras que con la aceptación de la candidatura al gobierno de la ciudad de México, la señora Wallace acepta tácitamente que la democracia está representada por los partidos políticos, Javier Sicilia ha afirmado:

Los partidos, por desgracia, no expresan la voluntad general, sino la voluntad de las particularidades partidistas. No importa que los jefes de partido representen a miles. El partido es una opinión particular que, como tal, está sujeta al error y la injusticia, y que para expresar la voluntad general, no usa la ley, sino la consigna, la propaganda, la coacción, la prebenda, el show (…) Los partidos no son la expresión de voluntades independientes, sino de formas dictatoriales que se disfrazan de libertad y representatividad. De ahí que cada vez que sube un partido al poder, termine por servir sólo a sus intereses particulares, en detrimento de la justicia[v]

El poder

Sicilia sostiene:

“Los ciudadanos debemos dejar de pensar que el poder emana únicamente del Ejecutivo y de las asambleas legislativas. El poder (la lucha de los barzonistas, los bastiones civiles zapatistas, las actividades de las ONG, entre otros, son pruebas de ello) está en el pueblo (…)Si los representantes lo traicionan, si lo único que buscan es reinar contra todos y sobre todos, los ciudadanos deben, por dignidad y respeto al poder que detentan, desobedecer hasta que sus representantes acaten su voluntad. La desobediencia civil, como alguna vez Gandhi lo dijo y lo demostró, “es la llave del poder”(…)”[vi]

Por el contrario, la señora Miranda de Wallace, al aceptar la candidatura del PAN, decide que el poder está en los partidos políticos y la “representatividad” que ostentan del ciudadano común.

En cualquier caso, los ciudadanos hemos perdido una notable representante, que ha mutado en una política de partido que no representa las voces de quienes sostienen que todos ellos han traicionado a quienes los han elegido en aras de mezquinos intereses particulares. Así las cosas.
  

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