La noticia en México pasó desapercibida para buena parte de la población. Algunos porque jamás han escuchado su nombre y otros más porque detestan la obra de este escritor y ensayista y hombre de su tiempo.
La prensa informó: “El pasado jueves, Hitchens murió a los 62 años a causa del cáncer de esófago diagnosticado en el 2010. Era el escritor y liberal amante de la confrontación intelectual, empeñado en denunciar los lugares comunes del pensamiento socialdemócrata y, al mismo tiempo, libre de cualquier rasgo conservador. Por lo que su vida fue un camino lleno de enfrentamientos al decir lo que pensaba y que lo encumbró como uno de los pensadores más influyentes de los últimos 30 años”
Es, por supuesto, desde el horizonte posmoderno de configuración social, desde donde se planta el ensayista para conocer y explicar el mundo. Lyotard, Vattimo, Derridá, Morín y Laclau establecen que la modernidad está diluída, liquidada o erosionada a partir de la imposibilidad de alcanzar la utopía.
Ahí está Hitchens. En contra de todo lo que signifique el metarrelato convertido en religión, ideología y ciencia ¿Ciencia dije? Si. Como afirma Follari, “LA ciencia” como real maravilloso no existe y en ese sentido, el autor de “dios no es bueno” dice desconfiar tanto de los hombres de religión como de los hombres de ciencia.
Planteamientos de este calibre producen desequilibrios sinápticos transmutados en indignación en más de un lector “¡¿cómo se atreve?!” es una frase inconsciente y recurrente en la mente de todo aquel que se aventure en sus textos, pero lo que no podemos dejar de hacer, estimado lector, es leer sus obras que son como él: implacables, llenas de humor y despojadas de atavismos.
¿Contrastan las ideologías, religiones y nacionalismos con la forma en la que el mundo opera en la realidad? Evidentemente sí, pero es ahí donde se aprecia el quid de la obra de Hitchens. Bajo la óptica del cristiano sus ensayos son un espejo. No se trata de aplaudir o no, censurar o promover, defender o criticar a Hitchens, sino de tener el valor de abordar sus planteamientos para comprender la realidad que nos interpele, reta y, en algunos casos, determina.
Admiro profundamente a Hitchens y a Céline, quienes defienden una visión del mundo que no comparto y aunque real, no es concluyente, porque como afirma Karamázov: “Si Dios no existe, entonces todo está permitido”. En una sociedad sin amor, de “ricos” y “pobres”, “buenos y “malos” ya no habría nada que hacer. Sin embargo, esto no resta ni un ápice a la lógica y el humor con los que Hitchens desmenuza la realidad.
En 2010, cuando le diagnosticaron cáncer de esófago, afirmó[i]:
“No se ha presentado aún una prueba o un argumento que pueda cambiar mi forma de pensar. Pero me gustan las sorpresas”. Sobre su enfermedad, el filósofo escribió: “a su manera, este nuevo país (el cáncer) es hospitalario. Todo el mundo sonríe para darte valor, aparentemente no hay racismo. Prevalece un espíritu igualitario y los habitantes con prestigio parecen habérselo ganado a partir del mérito y el trabajo duro”[ii].
La imaginación, que permite la irreverencia, nos invita a pensar ¿podría Hitchens haber nacido en México? Y de ser así ¿cómo podría ser contada su historia?
A “Hitch”, como lo llamaban sus amigos, nunca le importó lo que pensara la mayoría, el parlamento, la doxa o la episteme. Juzgue usted, estimado lector si una mente como la del autor de “dios no es bueno” hubiera podido desenvolverse en nuestro país
· Primero, cuando apoyó a su amigo Salman Rushdie y después del ataque a las torres gemelas, se dio cuenta de que la denominada “izquierda” es tan dogmática como lo que afirma combatir, por lo que no dudó en apoyar a Bush en su guerra contra el terrorismo, lo que originó que lo tacharan de “public intelectual” o de ser un intelectual que “sube al caballo por la izquierda y se baja por la derecha”. Sin embargo, podemos estar o no de acuerdo con la postura de Hitchens, lo que no podemos negar es que fue un libre pensador, dispuesto a asumir en el contexto de la posmodernidad la premisa “Ten el valor de defender tu propio entendimiento”, sentencia incomprensible para aquel que sigue a un líder del tipo que sea y que lo exime de la responsabilidad de pensar y asumir con valor y congruencia su postura frente a la vida.
· Seguramente hubiera escrito para un periódico ícono de izquierda, pero ante su postura en relación a “la derecha”, a su muerte no hubiera recibido más reconocimiento de éste, que unas pocas líneas en sus páginas interiores
· Diseccionaría con hacha y sin bisturí a la prensa panfletera y proselitista disfrazada de “militancia” y a la contraparte que opera por consigna y conveniencia, bajo la máscara de “objetividad” y a los fariseos intermedios disfrazados de “data lovers” y admiradores de Dr. House
· Posiblemente hubiera sido amigo del subcomandante Marcos y de Diego Fernández de Cevallos. Los podemos imaginar compartiendo dos grandes pasiones del ensayista: los cigarros y Johnny Walker
· Así como escribió en su momento la obra “El juicio de Kissinger”, seguramente hoy estaría tecleando “El juicio a Calderón” desde una perspectiva que no tiene nada que ver con la que se aborda hoy en día. El capítulo I, seguramente se titularía “El católico extraviado”, como calificó Sicilia al presidente Calderón
· La Maestra Elba Esther Gordillo, lo hubiera invitado a presidir una magna conferencia justo después de la impartida por el Dalai Lama, porque hay que demostrar pluralidad, apertura e intelectualidad.
· A través del recientemente removido subsecretario de Educación y yerno de la lideresa magisterial, ahora estaría en las imprentas de la SEP el libro “Christopher Hitchens: el hombre que quiso ser Orwell” que formaría parte de la biblioteca de la SEP para docentes y “Orwell para parvulitos” tomos I,II,II,IV, V y VI, que se distribuirían en las aulas a través de las colecciones de los libros del rincón.
¿Cuántas otras posibilidades puede usted imaginar, estimado lector?
No hay comentarios:
Publicar un comentario