jueves, 27 de octubre de 2011

#SIALAVIDA

ARTÍCULO PUBLICADO EN SDP NOTICIAS



El nuevo holocausto

Si, como dice Steven Levitt, la legalización del aborto en los 70´s permitió que toda una generación niños potencialmente no deseados, nunca naciera, entonces la humanidad enfrenta un nuevo holocausto, mucho más siniestro, porque esta nueva matanza, no tiene a Auswitch como recordatorio de una de las épocas más oscuras en la historia de la humanidad.

La inmolación de la que hablamos ahora es mucho más sofisticada, porque en estos momentos existen personas que consideran que el aborto representa un derecho de la mujer para decidir sobre su cuerpo ¿y los derechos de la vida que late dentro de la mujer?¿esos quién los defiende? Parece que estamos hablando de algo desechable y no de una persona como tú y como yo. Ese es el quid del asunto. “El embrión”, “el cigoto”, “el feto”, “el producto” son términos “científicos” que pretenden despojar de dignidad al ser humano que se asume como tal desde el momento de la concepción.

¿Concepción religiosa dentro de Estado Laico?

¿Por qué el “derecho a decidir” de las mujeres es una pregunta de índole moral que se discute en el contexto de un Estado Laico? Porque hablamos del derecho a la vida y nadie puede disponer de éste. Matar es matar.

¿Cuestión de educación?

Parece ser que no. Mire usted, según algunas investigaciones, los medios de información y las campañas emprendidas por los diferentes niveles de gobierno para prevenir embarazos, han propiciado, el efecto contrario. Según La investigación titulada "Estimaciones del aborto inducido en México: ¿Qué ha cambiado entre 1990 y 2006?"[i], realizada por El Colegio de México, Population Council y el Guttmacher Institute, señala que a escala mundial la tasa de abortos es de 29 por cada mil mujeres y la promedio para América Latina y el Caribe es de 31 por cada mil. Entre 1990 y 2006 el número de mujeres que se practicaron algún aborto en México aumentó en 64 por ciento, pasando de los 533 mil a los 875 mil.



En términos generales, esto significa que La tasa de aborto en México es la más alta a escala mundial, ha aumentado casi un tercio en los últimos 16 años, de 25 a 33 abortos por cada mil mujeres en edad reproductiva.



¿De qué tipo de sociedad estamos hablando?



"La mayor enfermedad hoy día no es la lepra ni la tuberculosis sino mas bien el sentirse no querido, no cuidado y abandonado por todos. El mayor mal es la falta de amor y caridad, la terrible indiferencia hacia nuestro vecino que vive al lado de la calle, asaltado por la explotación, corrupción, pobreza y enfermedad."

-Madre Teresa, M.C.

Seamos claros, penalizando el aborto no se defiende la vida de la mujer y la del ser humano que late dentro de ella. No es juzgando y señalando con índice de fuego a aquellas mujeres que toman ésta fatal decisión que el tema del aborto está resuelto.



 Esto tiene que ver con la sociedad que somos, vivimos y representamos. Tiene que ver con la fría y cruel indiferencia. “No es mi problema”, es la sentencia generalizada cuando se observan cuestiones en las que se puede intervenir y acaso proteger o prevenir, pero cómodamente decidimos no hacerlo.



Por otro lado, esto es parte también de una política de orden social en la que el Estado tiene la obligación de brindarle a la madre las condiciones necesarias para que el embarazo no produzca efectos negativos en su vida. No es matando a un inocente como se resuelve la pobreza, la violencia sexual y la promiscuidad.



Una sociedad debe ser juzgada por la manera como trata, cuida y protege a los más débiles…por los índices de aborto en México, parece que en este rubro también estamos reprobados.



La mujer



El aborto es, ante todo, el asesinato de un inocente, pero además supone un riesgo para la mujer que se somete a él, riesgo que se pretende ocultar a las mujeres, muchas veces en situaciones difíciles, por quienes manipulan la información para favorecer la acción criminal. Mujer, lo que no te dicen quienes te aconsejan que abortes, es que la segunda víctima serás tú misma.

Algunas de las grandes y graves implicaciones del aborto para la mujer:

“Las mujeres pueden interiorizar el aborto como una experiencia traumática por varias razones. En muchos casos llegan a él forzadas por maridos, novios, padres u otros. Si la mujer ha sido víctima en repetidas ocasiones de abuso de posición dominante, el aborto forzado puede ser percibido como la violación definitiva en el curso de una vida marcada por el abuso. Otras mujeres -sin importar cuánto de imperioso tuviesen las razones por las que recurrieron al aborto- pueden incluso percibir el final de su embarazo como la muerte violenta causada a su propio hijo. El miedo, la ansiedad, el dolor y la culpa asociada al procedimiento aparecen entreverados en esta percepción de muerte violenta y grotesca. Algunas mujeres aun dan cuenta de que el dolor del aborto, desatado sobre ellas por un extraño enmascarado que asalta su cuerpo, se siente como idéntico al de una violación. (8) En efecto, los investigadores han concluido que las mujeres en cuya historia clínica constan agresiones sexuales pueden sentir mayor angustia durante y después de la práctica del aborto a causa de estas asociaciones entre ambas experiencias. (9) Cuando el factor de estrés que conduce al PTSD es el aborto, algunos clínicos lo denominan Síndrome Post-aborto (PAS).”[ii]

Y de repente, el hombre es Dios

¿Quién eres tú para decidir quién vive o quién muere? ¿Quién te dio ese derecho? ¿Cómo puedes tú saber cuál será el futuro de esa persona que se pretende abortar bajo premisas como “seguramente será un criminal”, “no le veo futuro”, “vivirá en la miseria”? ¿Qué soberbia atroz tiene el hombre en estos tiempos cuando considera seriamente que “no es vida” la que late dentro del vientre de una mujer?

Pregunta.- Si conocieras a una mujer embarazada, que padece sífilis y tiene 8 hijos. 3 de ellos son sordos, 2 ciegos y uno con retraso, ¿le recomendarías practicarse un aborto?

Tres años antes de morir, Beethoven padeciendo una sordera total, celebrará su vida con estas palabras:

“Hace 54 años, mi madre acudió al médico. Se encontraba en el segundo mes de embarazo y su marido era alcohólico. Tenía afección sifilítica y uno de sus hijos era retrasado mental. Además, en la familia había varios sordos. El médico decretó la interrupción del embarazo, pero mi madre se negó. Siete meses más tarde nací yo. Hoy, en 1824, en Viena, estreno mi novena sinfonía, mi canto personal a la alegría de vivir”—Ludwing Van Beethoven.[iii]



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